
El 14 de julio, el pastor californiano John MacArthur alcanzó la gloria a la edad de 86 años, cerrando un capítulo monumental en la historia evangélica. Durante más de cinco décadas, MacArthur fue un pilar de exposición bíblica, liderazgo pastoral y convicción teológica. Su muerte marca el fin de una era, pero su influencia seguirá resonando en púlpitos, seminarios y hogares cristianos durante generaciones.
Nacido el 19 de junio de 1939 en Los Ángeles, California, John Fullerton MacArthur Jr. provenía de una familia de ministros. Su padre, Jack MacArthur, fue evangelista y locutor, y su abuelo también ejerció el ministerio. Desde el principio, fue evidente que John MacArthur se estaba formando para una vida de proclamación y cuidado pastoral.
Tras cursar sus estudios en la Universidad Bob Jones, el Los Angeles Pacific College (actualmente la Universidad Azusa Pacific) y el Seminario Teológico Talbot, MacArthur fue llamado a la Iglesia Grace Community en Sun Valley, California, en 1969. Permaneció allí durante 55 años, predicando versículo por versículo de la Biblia con una fidelidad inquebrantable a las Escrituras. Su predicación expositiva no era simplemente un método, sino una convicción teológica arraigada en su creencia en la suficiencia, la inerrancia y la autoridad de la Palabra de Dios.
El ministerio de MacArthur se caracterizó por su profundo compromiso con la verdad bíblica, incluso cuando esta generaba controversia. Predicó todo el Nuevo Testamento —una hazaña que le llevó más de cuatro décadas— y publicó esos sermones en línea de forma gratuita a través de su ministerio mediático, Grace to You. Millones de personas en todo el mundo han accedido a sus enseñanzas, y su influencia se percibe en distintas denominaciones y continentes.
Pero MacArthur era más que un simple predicador. En 1986, se convirtió en presidente de The Master’s University (anteriormente Los Angeles Baptist College ), y en 1986 también fundó The Master’s Seminary. Estas instituciones se convirtieron en un elemento central de su visión de formar a la próxima generación de pastores con fundamento bíblico. Creía profundamente en la iglesia local y buscaba formar líderes que no flaquearan ante la presión cultural.
La firme postura de MacArthur sobre la doctrina a menudo lo situó en conflicto con las corrientes evangélicas más amplias. Se opuso al movimiento de la prosperidad y a las tendencias teológicas progresistas que socavaban la autoridad bíblica. En su libro de 1993 , Caos Carismático , ofreció una crítica audaz del movimiento carismático, insistiendo en que la fidelidad bíblica nunca debe ceder ante la fe basada en la experiencia.
Su Declaración sobre la Justicia Social y el Evangelio de 2018 , escrita en colaboración con otros teólogos conservadores, rechazó la idea de que la justicia social debiera considerarse parte del mensaje evangélico. Para MacArthur, el Evangelio era claro: Cristo crucificado, resucitado y retornado. Mezclarlo con fines políticos o culturales era, en su opinión, diluir el mensaje salvífico de Cristo.
A pesar de sus críticos —y eran muchos—, MacArthur nunca flaqueó. Una vez dijo: «Si predicas la Biblia fielmente, tendrás una batalla que librar». Aceptó esa batalla no por el conflicto, sino por la verdad.
Su legado no solo se encuentra en los miles de sermones que predicó ni en las decenas de libros que escribió, incluyendo El Evangelio según Jesús , sino también en los pastores que formó, las iglesias que influyó y los laicos que discipuló desde lejos. Fue un teólogo de convicciones, un pastor de almas y un siervo de la Palabra.
El fallecimiento de John MacArthur es una pérdida para la iglesia terrenal, pero una ganancia para el Cielo. Su último sermón fue sobre Filipenses 1:21 : «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia». Ese versículo no era simplemente un texto para él; era una filosofía de vida. Vivía para Cristo y ahora descansa en Él.
En los próximos años, se hará cada vez más evidente el gran impacto que John MacArthur tuvo en la configuración del evangelicalismo conservador a finales del siglo XX y principios del XXI. En una época en la que la verdad bíblica suele diluirse, su ministerio sirvió como un claro llamado a la autoridad de las Escrituras, la centralidad de Cristo y la suficiencia del Evangelio.