
Entre las principales medidas destaca la autorización de expresiones religiosas en oficinas públicas federales y la creación de la Oficina de Fe en la Casa Blanca.
Esta dependencia busca fomentar la participación de líderes religiosos en asuntos de Estado y promover la libertad religiosa dentro del gobierno.
Durante el Día Nacional de Oración, Trump declaró: “Estamos devolviendo la religión a nuestro país”, una frase que resume el espíritu de su agenda.
Entre sus decisiones más polémicas figura la orden ejecutiva que restringe la participación de atletas transgénero en deportes femeninos, así como recortes a la financiación de clínicas como Planned Parenthood.
La administración también estableció una Comisión de Libertad Religiosa, compuesta por líderes cristianos conservadores, y un Grupo de Trabajo contra el sesgo anticristiano, encabezado por la ex fiscal general Pam Bondi. Ambas iniciativas han sido elogiadas por sectores religiosos, pero criticadas por defensores de los derechos civiles.
Además, Trump nombró al pastor y exgobernador Mike Huckabee como embajador en Israel, fortaleciendo aún más los lazos con el electorado evangélico. Huckabee declaró que su misión es “cumplir las prioridades del presidente”.
Con estas acciones, Trump refuerza su posición como un defensor de los valores cristianos tradicionales, mientras avanza en su estrategia de consolidar el apoyo de su base religiosa de cara a los desafíos políticos que enfrenta en su segundo mandato.