
Un activista pro-vida que fue declarado culpable y sentenciado a 90 días de cárcel por orar en silencio en un área pública cerca de un centro de abortos en Michigan está pidiendo a la Corte Suprema de Estados Unidos que intervenga en su caso.
Matthew Connolly, de 42 años, fue condenado por violar una ordenanza vaga en la ciudad de Southfield que criminaliza las conductas que causan “molestia” o “inquietud” en espacios públicos, según los abogados de la firma de libertad religiosa Advocates for Faith & Freedom.
Según una petición presentada el 28 de julio, Connolly nunca entró en la clínica de abortos, ni alzó la voz, ni interrumpió ninguna actividad. Descrito por las fuerzas del orden como «pacífico», fue arrestado mientras oraba arrodillado en un área pública común, según los abogados. Tras rechazar una condición de libertad condicional que le impediría participar en discursos provida a menos de 152 metros de cualquier centro de abortos del país —lo cual, según los abogados, podría restringir el acceso a la atención médica en los hospitales que ofrecen abortos—, Connolly fue encarcelado y multado.
Los defensores de la fe y la libertad, junto con el American Freedom Law Center, presentaron el lunes una petición de auto de certiorari ante la Corte Suprema de Estados Unidos, buscando revocar lo que llaman una orden de censura inconstitucional sobre el discurso pro vida.
“Este caso no se trata solo del Sr. Connolly”, dijo la abogada Erin Mersino, de Advocates for Faith & Freedom. “Se trata de si el gobierno puede silenciar a los estadounidenses provida y criminalizar la oración pública. Si se permite que esta orden de censura inconstitucional siga vigente, nadie estará a salvo de la libertad de expresión”.
La petición cuestiona el estándar subjetivo de la ordenanza, que según los abogados frena la libertad de expresión e invita a una aplicación arbitraria.
“Solicitamos a la Corte Suprema de Estados Unidos que haga lo que ya exige la Constitución: proteger el derecho de los estadounidenses, especialmente de aquellos que defienden la santidad de la vida, a hablar libremente, reunirse pacíficamente y orar públicamente”, añadió Mersino.
Mersino, que lo calificó de “momento crucial para la libertad religiosa y la libertad de expresión”, advirtió que el caso podría tener implicaciones legales de gran alcance.
“Si se puede perseguir la oración, se puede prohibir la predicación”, dijo. “El silencio actual solo envalentonará la represión gubernamental de las expresiones religiosas”.