El pastor Fred Williams conoce la persecución religiosa no desde la distancia, sino como superviviente.
Por ejemplo en 2001, apenas dos días antes de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, su iglesia en Nigeria fue atacada por extremistas islámicos. Desde entonces, su vida quedó marcada por la violencia, pero también por una fe inquebrantable.
“Estábamos en un servicio juvenil cuando militantes islámicos irrumpieron en la aldea gritando ‘¡Allahu Akbar!’”, recordó Williams durante una entrevista en Brasil, invitado por la organización Puertas Abiertas.
En lugar de huir, el pastor se preparó para resistir. “Parecía Rambo, con cinturones de balas cruzando mi torso, tratando de proteger a mi iglesia, mis ovejas”, relató.
Sin embargo, optó por una respuesta espiritual. “Cuando ellos griten, yo diré: ‘¡Alabado sea el nombre del Señor!’ y ustedes respondan ‘¡Aleluya!’”, dijo a los jóvenes.
El contraste desconcertó a los atacantes. Uno de ellos, un joven musulmán, se interpuso para protegerlos. Fue en ese momento que Fred asegura haber escuchado la voz de Dios: “Depongan las armas y luchen con las armas de la fe”.
Aunque su iglesia fue incendiada un mes después, Williams agradece que no hubiera víctimas. Hoy, vive en el Reino Unido y trabaja en defensa de los cristianos perseguidos, colaborando con gobiernos y ONGs.
Según Puertas Abiertas, Nigeria concentra el 69% de los asesinatos de cristianos en el mundo. Williams denuncia el silencio internacional y advierte: “Si el terrorismo domina Nigeria, todo el mundo lo sentirá”.
También critica la inacción de potencias extranjeras, que —según él— priorizan intereses económicos sobre la vida humana: “La financiación del terrorismo se esconde tras el comercio de nuestros minerales”.