Francisco aparentaba estar muy cerca, pero en realidad estaba muy lejos del evangelio.

Aunque parecía que sus palabras impactaban, la realidad es que Francisco estaba muy lejos de la Biblia. Breve análisis de sus comentarios.

Miremos algunas de sus posiciones.

No fue un Papa doctrinal, no le gustaban los teólogos profesionales. Pensaba que la doctrina es un instrumento maligno y una pérdida de tiempo si se convierte en un obstáculo para admitir a unos y rechazar a otros. Su propia teología puede resumirse en el lema: “todos, todos, todos”: católicos de toda índole, no católicos, judíos, musulmanes, personas sin fe, todos somos hermanos y hermanas. “Todos hermanos” (Fratelli tutti) es la encíclica que quizá marcará a la Iglesia Católica Romana durante algún tiempo. Francisco amplió la catolicidad (inclusión) y minimizó la romanidad (perspectiva tradicional) del catolicismo romano.

Dicho esto, tuvo su propia agenda doctrinal que era doble: primero, dar la impresión de no cambiar la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica (por ejemplo, sobre las mujeres sacerdotes); segundo, introducir todo tipo de ambigüedades que oscurecieran las enseñanzas y prácticas católicas. ¿Todas las religiones conducen a Dios? ¿Se puede ser católico a la manera de uno (divorciado, teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio, no practicante, sin preocuparse demasiado)? ¿Siguen siendo importantes las fronteras magisteriales y canónicas? ¿Es necesaria la confesión sacramental o es un bien de consumo para los católicos? A estas preguntas las respuestas de Francisco fueron deliberadamente torpes. Su deseo era afirmar a todos, queriendo que su Iglesia fuera el “hospital de campaña” donde “todos somos hermanos”.

Cuando el Papa hablaba de “unidad”, no pensaba en la unidad entre cristianos según los criterios del evangelio. Pensaba en la unidad de la humanidad como un “poliedro”. Para él, el ecumenismo y el diálogo interreligioso eran dos formas de decir lo mismo: “ya estamos unidos; recemos y caminemos juntos”, por ejemplo, con no católicos, judíos y musulmanes. Su pontificado comenzó con la exhortación “La alegría del Evangelio” llamando a su iglesia a la misión, pero para él la misión era salir y afirmar a todos allí donde estuvieran. Este abrazo global era para él el evangelio.

Estas breves apreciaciones se publicaron por parte del pastor Leonardo de Chirico, teólogo italiano, en el portal Protestante Digital.

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